Cuando hablamos de educación solemos pensar en un primer momento
en los contenidos básicos que nos enseñan en la escuela, o en una carrera
universitaria, etc., es decir, nos ceñimos a lo estrictamente reglamentado por
la educación formal. Al pensar en que nos aporta la educación solemos pensar
también, en primera estancia, en un título impreso que acredite aquellos
conocimientos de materias determinadas que supuestamente hemos adquirido. Sin
embargo, si reflexionamos, seguramente nos demos cuenta de que el propósito de
la educación va más allá. Según mi punto de vista, y fijándome también en mi
experiencia como alumna, dándome cuenta de lo que he aprendido y sigo
aprendiendo, considero que el propósito de la educación no solo se limita a la
obtención de determinados conocimientos ya pautados o a prepararnos para un
futuro empleo o carrera laboral, sino que también tiene como objetivo la
transmisión de valores, conductas, el fomentar la autonomía, etc., el formarnos
simplemente como seres humanos.
En primer lugar, me gustaría centrarme en la palabra educación en sí,
ya que esta es muy general. Como ya he comentado antes, al hablar de educación,
casi de forma inmediata, pensamos en la escuela, en la formal. Sin embargo, la educación
está en muchos más ámbitos, de ahí que hagamos la distinción entre formal,
informal y no formal. De hecho, y sin ir muy lejos, la educación empieza con
nuestros padres, mucho antes de que vayamos a la escuela. Una vez dicho esto,
el propósito de la educación puede parecer diferente según de que ámbito hablemos,
sin embargo, aunque no haya tantas similitudes en aspectos como el método de educar, la forma
de aprender, etc., mi opinión es que en lo referido al propósito no hay tanta distinción.
Centrándome ya en la idea clave, considero que el propósito de la educación,
en el ámbito que sea, en nuestra día a día en sí, y en todos los lugares donde
la recibimos de diversas formas, es formar a la persona de tal forma que tenga autonomía
en su vida, una vida que debe ser independiente y en la que la persona pueda
tener expectativas propias del tipo que sea. Obviamente, los objetivos de la educación,
especialmente si nos referimos a la formal, están orientados o formados en
torno a unas pautas regladas previamente
que deben irse cumpliendo y que responden a unos conocimientos básicos que
deben ser adquiridos, pero en este proceso de obtención de tales conocimientos,
se desarrollan otras facultades y otros aprendizajes relacionados con aspectos más
profundos de la persona en sí, y que terminan de cumplir el propósito. Esto último
son la adopción de valores y costumbres, el fomento de la autonomía, el tener
conciencia de la responsabilidad, la creación de una rutina sana de vida y el
aprender a ser capaces de crearnos metas o expectativas que poder cumplir y
esforzarnos por ello.
En definitiva, creo que el propósito de la educación es
permitirnos llevar nuestra propia vida, a nuestro gusto, y vernos con la suerte
de que nos salga bien.
Sandra González Silva.